martes, 31 de mayo de 2011

El espejo me miró


Tengo ojos grandes y me gusta dormir boca abajo. Reniego de vez en cuando, pero detesto que la gente reniegue.

Me gustaría ducharme por horas y sentir el agua hirviendo en mi espalda, pero no lo hago porque pienso en el medio ambiente.

Construyo ideas todo el tiempo. No siempre las traigo a la realidad, pero siempre las construyo.

Me gusta tener las uñas cortas, y a veces odio el maquillaje.

No sé si quiero tener hijos, pero sí muchos sobrinos. Y perros, muchos perritos.

Soy muy desordenada. Pero si alguien me pide que encuentre algo en mi propio desorden, lo hago en dos segundos. Así que dentro de todo, soy ordenada.

Me gusta coquetear. Pero me gusta más que me coqueteen.

Cada vez que veo cámaras o fotos que me gustan (si son mías, mejor) mi corazón da un saltito de más.

A veces escribo con la mano izquierda para sentirme como una niña nuevamente. Y cuando lo hago, saco la lengua, y la pongo sobre mi labio superior.

Soy mirona. Me encanta mirar todo: mirar una vez, mirar dos veces, mirar las veces que sean necesarias para decir que miré lo suficiente.

Me encanta repetir algunas palabras.

El chocolate es mi debilidad.

Creo que todo en esta vida es circular y cíclico. Todo vino, todo volverá. Todo fue, todo será. Todo pasó, todo pasará… Y nosotros también.

No creo en el matrimonio.

No me gusta peinarme.

Quiero hacerme más tatuajes. Y más piercings.

Extraño a mi abuelita.

Creo que si uno desea algo lo suficiente y pone sus energías en ello, pasará.

Sé exactamente quiénes son mis verdaderos amigos, que siempre contaré con ellos, y que cuando lean esto se sentirán aludidos.

Me encanta ver películas abrazando a alguien.

Confío en que mi destino no está realmente escrito.

Odio hacer números.

Tengo más zapatos de los que debería tener.

No me gusta el silencio. Cuando hacemos silencio le damos pase a los sonidos de lo desconocido. Y me gusta lo desconocido, pero no me gustan sus sonidos.

No me gusta que me regalen flores o peluches.

Si me despierto en medio de la noche, es muy difícil que vuelva a dormirme.

Voy a tener un albergue para perritos.

Me gusta que me engrían, sobre todo si estoy enferma.

Creo firmemente en que algún día todos nos volveremos a ver. Y en que todo cae por su propio peso. Y en que de todo lo malo siempre sale algo bueno.

Mi destino ideal para unas vacaciones es Marruecos.

Me encanta hablar sola, a veces para saber cómo se me escucha, otras para responderme a mí misma. Me resulta… terapéutico.

A veces creo que debí nacer en los 40 o en los 50 para ser adolescente en los 60.

Estornudo -por lo menos- seis veces seguidas.

He vivido fuera del país y aún tengo planes de hacerlo, pero por temporadas. Siempre querré vivir en Perú.

Soy adicta a los geniogramas gracias a -por culpa de- mi papá.

Pienso que no hay nada mejor que la música, ya sea que compongas, cantes o solo la dediques. No hay mejor manera de expresión y ninguna que llene tanto y la sienta en tantos de mis sentidos.

Creo que deberíamos tener un switch que nos permita cambiar nuestra vista a grises y luego volver al color.

Todos los días me pongo una nueva meta, aunque sea pequeñita, y la cumplo.

Me encanta el invierno.

No tengo idea de cómo terminar este texto.

Martes 31 de mayo de 2011.

lunes, 30 de mayo de 2011

Vamos de vuelta

Mis pies se aferran al pasto que los recibe siempre tan fresco, y extiendo los brazos. El viento me recorre todo el cuerpo y lo dejo apoderarse de mí. Me elevo, mi alma se eleva y luego me dejo caer hacia atrás. Mientras caigo miro todo alrededor, en cámara lenta. Esto es como un juego.

El brillo del sol me hace entrecerrar los ojos por momentos y el viento hace que mi cabello baile en estilo libre. Cantan, las aves cantan y trato de identificar a cada una, pero son tantas que es imposible. Su alegría hace que todo sea un poco más lento, y que mi viaje dure un poco más.

El río suena no tan lejos, y escucho cómo por momentos acaricia las piedras, y cómo por momentos las azota sin piedad. Esta relación amor/odio me llama a gritos, pero aún no es el momento. Debo disfrutar mi viaje.

Mis dedos se sienten húmedos y mi vestido solo sabe volar. Algo me recorre todo el cuerpo, y no logro identificar qué es, hasta que el paisaje se torna vidrioso. Pestañeo, vuelvo a pestañear. Todo vuelve a verse normal, y ahora ella recorre mi mejilla. Extiendo los dedos y disfruto la brisa en mi cuello.

Siento que ya es hora y me suelto un poco más. Todos los músculos de mi cuerpo están preparados para este momento, y se relajan para permitirme disfrutarlo al máximo. Mi espalda toca el suelo, luego lo hacen mis piernas, y finalmente, mi cabeza. El pasto me abraza y no planea dejarme ir. Lo abrazo yo también, pero es momento de levantarse.

Mis pies se aferran al pasto que los vuelve a recibir, siempre tan fresco. Extiendo los brazos. El viento me recorre todo el cuerpo y mi alma se eleva.

Vamos de vuelta.

Sábado 28 de mayo de 2011.