Mi primer
beso fue cuando yo aún estaba en el nido. No fue un beso apasionado, ni fue un
beso per sé, pero fue mi 'primer
beso'. Un beso de mentiritas. No tengo idea de qué edad tenía, porque no sé qué
edad se tiene cuando se está en el nido, pero tenía la edad que se tiene cuando
se está en el nido.
Luego me
enteré que a mi archirrival de esa época también le gustaba 'mi hombre', y no tenía
reparos en demostrarlo, la muy casquivana… Así que un día la tomé por las
trenzas y la arrastré por el suelo. Lloró. Nunca me arrepentí de eso.
A los nueve años
tuve la oportunidad de tener mi primer beso de
verdad. Recuerdo que era una noche especial en mi colegio, iba a haber una
actuación, o algo así. Mi enamorado de esa época -con quien aún no me había
besado- me había dicho que esa noche nos besaríamos por primera vez. Sí, viví
en una época en la que los enamorados te notificaban con anticipación sobre
este tipo de acontecimientos. Y no, no soy vieja.
No pude ir
esa noche, mi abuelo se enfermó. Recuerdo haber renegado y llorado mucho,
porque me parecía inconcebible que porque mi abuelo se enfermara, yo tuviese
que perder la oportunidad de 'chapar' por primera vez. Y en las escaleras del
cole, todavía. Me molesté un poco más al enterarme que mi chico me llevó una Barbie y un ramo de flores esa noche. Me
quedé con las ganas de la Barbie. Y del ramo de flores. Y del 'chape'.
Al ir
creciendo entendí que eso fue una reverenda estupidez, no solo por el tema del
beso, sino porque en ese momento no había comprendido en toda su magnitud el
significado del cáncer, que era por lo que mi abuelito había enfermado. Nunca
más renegué por eso.
Más tarde
ese año, tuve otro enamorado, con quien tampoco me había besado porque, en
realidad, no nos hablábamos. Cosas de niños. Me imagino ahora, con 25 años, con
un chico con quien no me hablo. Aunque ahora que lo pienso, podría funcionar…
No, no, puede no hablarme, pero definitivamente tiene que besarme. Y besarme
rico.
Con
el chico en mención me besé en varias oportunidades después, no de chicos, sino
ya de grandes. Y hablábamos. Poco, pero hablábamos. Digamos que hablábamos lo
necesario para dar pie al festival de besos de cada encuentro.
La relación terminó de la misma forma como
empezó: por medio de una carta. Decidí que ya era suficiente. Con ya diez años,
un historial de tres novios, ¿y ningún beso-beso? No, no era posible. Así que
salí en busca de mi primer beso.
Ya tenía diez
años, y para colmo de males, aún no había desarrollado del todo. Traducción, no
me daban bola. Por lo menos, no los chicos que quería que me dieran bola. Un
día salí con una amiga unos años mayor (ella tenía 15, y a mi edad de ese
momento, era mi role model). Nos fuimos
a 'veletear', como decía mi abuelita cuando no quería usar la frase 'buscar
hombres'.
En un parque cerca a mi casa conocimos a unos chicos de unos catorce
años. Unos "hombres", para mí. Uno de ellos me encantó, tenía unos ojitos
divinos y una sonrisa pícara que si hoy en día veo en un chico, voy y lo beso
en una.
Conversamos
y conversamos. Recuerdo que me había puesto unas ballerinas rojas que me compraron por
mi cumpleaños, y me encantaban. Él hizo una broma y se burló de ellas. Mi
corazón de niña-de-diez-años-en-busca-de-su-primer-beso se rompió, y solo me
quedé callada.
Unos diez
minutos después, les dije que ya me tenía que ir, y él dijo que me acompañaría.
Caminamos juntos y él hablaba mucho. Yo, en realidad, no lo escuchaba, solo
pensaba que era un idiota por haberse burlado de mis zapatos. Después de dos
largas cuadras de oírlo a lo lejos, me sujetó la mano y me volteó el rostro. Me
miró a los ojos y me dijo que me quería besar. Yo le respondí que yo no quería
porque él se había burlado de mis zapatos. Él sonrió. Luego se acercó y me
clavó un beso.
Al
recordarlo ahora, me parece un tanto tierno cómo sucedió todo, pero lo que recuerdo con más claridad es cómo odié ese beso. Fue un beso apurado, torpe, seco… y corto. Nada
de lo que había imaginado, un engaño total de los pocos capítulos de telenovela
que he visto en mi vida, una ofensa a las películas de los años 50. Puro bluff.
Ya no
recuerdo el nombre de ese chico. Pero si por casualidades de la vida me lees,
chico de ojitos divinos, sonrisa pícara y besos odiosos; y te reconoces en este
texto, disculpa por herir tu manhood,
pero espero que sirva para que –si no lo has hecho ya- mejores tus métodos.
A mis –actualmente-
25 años (¿ven que no soy vieja?), puedo decir que he recibido muchos besos, y a
pesar del trauma de mi primer-primer beso, siempre preferiré los primeros
besos, esos que están llenos de nervios, de mariposas, o de alcohol, pero que siempre están llenos de algo.
Algunos de
mis primeros besos han sido buenísimos; otros, espectaculares. Pero
afortunadamente ninguno ha bajado de esta categoría.
Supongo que
es una forma de la vida de 'recompensarme'.
Jueves 20 de octubre de 2011
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